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jueves, 12 de febrero de 2015

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 Publicado en Diario de Jerez el 11 de febrero de 2015



Tánger/Detroit: Sólo los amantes sobreviven.

Sólo los amantes sobreviven es una película realizada por Jim Jarmush en 2013. Se trata de una historia de amor interminable entre Adam, un vampiro músico underground y Eve, su enigmática amante aficionada a la poesía. Como su amor viene de antiguo, prefieren vivir separados, él en Detroit, ella en Tánger, ciudades tan antagónicas como alejadas.  Son vampiros que llevan siglos y siglos caminando sobre la Tierra, ocultos, cansados de una existencia aburrida en la que han visto cómo el ser humano ha echado a perder prácticamente todo. Su poder es la sangre, y su experiencia les hace ver lo que vendrá, ya que todo se repite una y otra vez. Ambos han abandonado la práctica tradicional de obtener su alimento necesario sustituyéndolo por ingeniosas y divertidas formas de suministro, como corresponde a personajes evolucionados y cultos.

Adam vive en una casa suburbana de una ciudad de Detroit despoblada progresivamente por la pérdida de empleo en las fábricas de automóviles a partir de 1980. Al modificarse su potente actividad industrial, la ciudad cayó progresivamente en una absoluta depresión que produjo la marcha de millares de habitantes, hasta quedar apenas la mitad de la población existente en los años 50 del pasado siglo. Esta  disminución ha dado lugar recientemente a la quiebra económica de la ciudad. El abandono de barrios enteros, el corte del suministro del alumbrado público, la ausencia de mantenimiento, ha dado como resultado que el paisaje urbano de zonas enteras de la ciudad se encuentre en un estado de considerable deterioro. Un lugar ideal para alguien como el vampiro ensimismado, que vive de noche y alejado de los seres humanos corrientes a quienes desprecia.

Su amada Eve, por el contrario,vive en un lugar que nos es familiar, la ciudad de Tánger. Justo la condición extrema opuesta: ciudad bulliciosa, llena de música, plena de vida. Habita una casa pequeña, confortable, rodeada de maravillosas ediciones del pasado de libros de poesía. Al caer la noche acude a encontrarse con su amigo, un Christopher Marlowe vampiro, que repite sin cesar que fue él, y no Shakespeare, quien escribió Hamlet y otras obras atribuidas a este. Marlowe es quien le suministra el necesario alimento, pero también comparte con él  su amor por la literatura y la palabra. Tánger nos es muy cercana, no sólo porque se encuentre apenas a 14 y pico de kilómetros en línea recta desde Tarifa sino también porque su medina recuerda mucho a nuestras ciudades históricas, y su ensanche, con sus edificios de estilo regionalista, a los de las ciudades andaluzas. A diferencia del centro histórico de Jerez, la medina de Tánger sigue llena de gente que la habita, de talleres artesanales, de calles peatonales, de mercados, pese a que es prácticamente inaccesible para autobuses y coches. Representa la esencia y el sentido de ser de la ciudad.

En la película son los vampiros los que trascienden en el tiempo y conservan el conocimiento, la palabra, los libros o la música. En la vida real somos los seres humanos quienes lo transmitimos a nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros vecinos. La ciudad es el escenario en el que todo ello ocurre y es en ella donde queda la huella del paso de las personas. El pasado queda en la ciudad que hemos recibido. El futuro quedará en la que estamos fraguando en este momento. Tenemos un doble esfuerzo por realizar, un doble trabajo: conservar la ciudad heredada y prepararla hoy para nuestros descendientes, para el futuro. Y de esa manera cumpliremos con nuestro deber cívico inevitable, pues también solo las ciudades amadas permanecen.



 Un barrio abandonado de Detroit


Un lugar en el mundo.

The place to be, ese sitio ideal en el que estar, es un proyecto marroquí y de esa manera le llaman los miembros de la familia que lo promueve. Se trata de un hotel rural modesto que, si  Alá quiere, se construirá en un monte cubierto de piedra, en un lugar equidistante de Marrakesh y Rabat. Para llegar hasta allí tienes que conocer a alguien como Feisal que te recoja con un 4x4 en Tánger. Y desde allí tomar la autopista a Rabat, que se hace interminable. Al principio las salidas te suenan: Asilah, Kasar el Kebir, Larache... pero una vez recorridos el primer centenar de kilómetros, todo se vuelve menos divertido y tienes que parar a tomar un café, pues el conductor seguramente lo va a necesitar. Las típicas áreas de servicio tienen un encanto especial, aportan un toque vernáculo a la decoración de las modernas estructuras que en el contexto se entiende muy bien.

Así llegas a Rabat donde te encontrarás con tus clientes. Habitan una casa moderna, bien pensada, decorada a la europea, minimalísimamente, situada en el centro de un jardín espectacular punteado con macizos de bambú amarillo, cuyas altas cañas tenían el diámetro equivalente al tronco de un naranjo. Tras la casa, una preciosa piscina, una lámina de agua-espejo del cielo cambiante de los días.

Desde allí viajas otras cuatro horas por carreteras estrechas y muy transitadas hasta llegar a la ciudad de destino. Beni Mallal es el centro de una comarca de rica agricultura y ganadería al pie de unas montañas pertenecientes al Atlas central. Fue fundada junto a un importante manantial que riega toda la región, lo que le ha otorgado ese papel central. La comarca de Sidi Beni es un lugar de montaña. La ascensión hasta la finca donde se desarrollará el proyecto es por carriles, aunque se verán convertidos en breve, según los planes de desarrollo del medio rural, en una carretera que generará un desarrollo progresivo de esta hermosa montaña ocupada por un precario diseminado de muchísimas personas. El hotel se ubicará en una ladera cuajada de piedras calizas de color crema. Un lugar con una gran energía que emerge del suelo y que habrá de convertirse en un restaurante con alojamientos de fin de semana.

Tras el inicio de la crisis, muchos promotores andaluces cruzaron el estrecho y siguieron promoviendo en Marruecos de la misma manera salvaje e indiscriminada provocada por aquella locura avariciosa que nos invadió hace una década. Hoy aquellas miles de viviendas que se iniciaron al otro lado del estrecho, también están detenidas. Las puedes ver a lo largo del largo camino recorrido. Desconozco si la situación es la misma que a este lado. Lo cierto es que la crisis ha terminado por golpear también allí. Eso dicen los modestos promotores del hotel rural. El corolario es que no es la crisis la que ha provocado la situación. Es la demencia de tratar tan mal a la madre naturaleza. Ojalá que toda esa basura vaya al suelo y que renazca en proyectos ecológicos, sostenibles, cuidadosos, delicados, bien articulados con la ciudad. Ese sitio ideal en el que estar. 



Mucha vida en la medina de Tánger

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