PATIOS DE AYER.
Patio de una casa popular de la ciudad
Siendo
todavía un niño, se independizó de la vigilancia de sus hermanos
para cumplir las instrucciones de sus padres de visitar cada domingo,
después de comer, a sus abuelas. Ambas vivían en la misma calle del
centro de la ciudad, lo cual facilitaba la tarea. El trayecto lo
realizaba sólo, disfrutando del silencio de las calles, generalmente
vacías a esas horas. Le gustaba recorrer las más estrechas,
peatonales a ser posible, y no le importaba, incluso, dar algún
rodeo para llegar a su destino a través de cuantas más mejor.
Una de las casas tenía muy poquita fachada, apenas el hueco del portal y una ventana contigua muy próxima. Pero cuando se traspasaba la cancela, cuyo característico dibujo de estrellas la hacía tan especial (y casi podría reproducir con los ojos cerrados), la casa se extendía hacia la izquierda, donde se ubicaba la escalera principal, y hacia el fondo a través de un patio, con una fuente llena de macetas adosada a uno de sus lados. Más al fondo todavía, se abría un segundo patio, de los llamados de luces, con una escalera secundaria que conducía arriba a la cocina. El patio era en realidad un salón más de la casa. En invierno tan sólo lo usaban los niños, allí jugaban a casi todo, fútbol incluido. Era un espacio cubierto por una montera de cristal, una pirámide de base rectangular que coincidía con la forma del patio, elevada sobre la barandilla de la azotea. En verano, uno de los trabajos frecuentes de los niños era subir a la azotea para abrir las ventanas para crear corrientes de aire, o en las horas de la calima, echar el toldo para impedir que se calentara el lugar más fresco de la casa.
La
vida se hacía en la planta de arriba aunque los mayores contaban que
en otra época solían instalarse durante el verano en la planta
baja, incluidas las camas de todos los miembros de la familia. Había
dos lugares maravillosos en aquella casa. Uno era la cocina, donde
gobernaba una cocinera que se pasaba el día elaborando aquellas
comidas deliciosas y algunos platos especiales según la temporada:
pestiños, roscos y torrijas, helados. Tan sólo la merienda se salía
de su control: total, una rebanada de pan y un trozo de chocolate
negro lo podía preparar cualquiera. El otro lugar era el pequeño
saloncito donde la abuela pasaba la tarde y donde los nietos se
sentaban a contarle sus cosas mientras llegaba la merienda. Desde el
sofá se divisaba casi la totalidad del tramo de la calle que iba de
una casa a la otra.
La otra casa era completamente diferente. Era una vivienda que utilizaba sólo la planta baja de la finca. Desde la casapuerta se dejaba a un lado la escalera y se entraba a un magnífico patio de mármol blanco con un macetón en el centro en el que había una kentia majestuosa. A veces alguien la llevaba a un rincón y el patio quedaba liberado para los juegos de los primos. Desde el patio se accedía a la casa propiamente dicha. Esta casa era un laberinto de salones, cuartos y baños que ventilaban a otros patios menores, pavimentados con losas hidráulicas, como las de las calles, llenos todos de vegetación. Algunos eran tan estrechos que los gorriones que bajaban a comer las migas de pan que les echaban, tenían que seguir la diagonal para poder recuperar su lugar en el cielo, contra el que, a veces, se les veía cruzar.
También
desde la cocina partía una escalera, esta de peldaños gastados de
madera, que ascendía dos plantas seguidas hasta la azotea, donde
casi nunca les dejaban subir. La madera olía de un modo especial y
su sonido seco resonaba en sus oídos cuando jugaban en ella. Claro
que sin pasar de la primera planta, pues en la de arriba vivían
otros familiares que debían ser muy quisquillosos, pues siempre les
mandaban guardar silencio, no se fueran a molestar.
PATIOS (I)
Lejos
de pertenecer, como pudiera creerse, a una cultura determinada o a un
tiempo histórico concreto, el patio, y su relación con la casa y
con la arquitectura, constituye un principio de valor permanente y
universal. La casa con patio es posible encontrarla en la ciudad de
la cultura griega y romana, y también en el extremo oriente,
particularmente en China; también en las ciudades del mundo islámico
como en muchas regiones de Latinoamérica; o en tantos ejemplos de la
arquitectura popular del mediterráneo. Y la vemos reaparecer en el
.ámbito de la cultura moderna: bien en lugares propicios como en
Italia, en lugares menos favorables como los países nórdicos, o en
los Estados Unidos como consecuencia de la oleada de grandes
arquitectos modernos europeos que se exiliaron allí en los años
previos a la segunda guerra mundial.
De
entre las aportaciones de casa con patio durante las primeras décadas
del siglo XX destaca particularmente la de Mies Van der Rohe, que
incorporó a sus proyectos, de vocación indiscutiblemente modernos e
innovadores, nuevas miradas sobre la historia de la arquitectura.
Durante la década 1930-1940, como profesor, primero en la Bauhaus y
más tarde en I.I.T., el Illinois Institute of Tecnologie, realiza
diversos ejercicios de programas residenciales en recintos cerrados
por muros, donde los patios adquieren un carácter principal, no sólo
por las necesidades de ventilación e iluminación de las estancias,
sino por el protagonismo que adquiere en la organización y
utilización de la casa.
Pero
no sólo es un tema recurrente en su labor como enseñante. También
en su propia producción como arquitecto realiza propuestas como La
casa con dos patios, La casa de tres patios, Grupo de casas con
patios o la Casa con elementos curvados, todos ellos proyectos que no
se llevaron a la realidad. Sí lo fueron el proyecto para la
Exposición Internacional de Berlín de 1931 o la casa para Ulrich
Lange en los años 1934-1935. El proyecto de Grupo de viviendas con
patio, que desarrolla los anteriores de Casa con dos patios o Casa
con tres patios, es una tentativa de organizar estas casas en una
manzana, de tal modo que lo que en realidad está proponiendo es la
posibilidad de construir la ciudad a partir de la casa individual. O
dicho de otro modo, a diferencia de las propuestas del Movimiento
Moderno, Mies mantiene una posición que coincide con en el sistema
tradicional de construcción de la ciudad.
La
investigación emprendida por Mies van der Rohe también se aleja del
problema de la vivienda mínima presente en la mayoría de las
propuestas del Movimiento Moderno. Tampoco es principal su
preocupación en la funcionalidad de la vivienda, sus circulaciones
interiores o los programas versátiles. Mies transmite otro tipo de
valores. Sus proyectos proponen varios ámbitos de estar en la misma
casa con espacios holgados. O el esquema de casa introvertida, sin
más referencias con el exterior que su abertura cenital, que es una
traslación directa de sus propios pensamientos: ”tan solo la
intensidad de vida interior puede traslucir intensidad formal”. Se
trata de una alegoría de la búsqueda de la espiritualidad
individual. La aproximación a las coordenadas clásicas sobre la
belleza está presente en esa renuncia a la apariencia exterior.
(Continuará)
Planta y Alzado de una casa con tres patios, Mies van der Rohe
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