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viernes, 13 de marzo de 2015

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111 SOMBRAS BELLAS


Las palmeras de la Alameda Cristina antes de echar a volar.

Jerez es una ciudad que en el pasado, principalmente por la industria del vino y sus relaciones comerciales con las ciudades a las que los exportaba, ha estado siempre atenta a las innovaciones, a lo que ocurría de puertas para afuera, lo que la ha convertido en la ciudad tan especial que es. A partir del siglo XVIII se inician en las principales ciudades europeas las renovaciones de las tramas urbanas que dieron lugar a la creación de nuevas avenidas, llamadas alamedas entonces. Las alamedas se organizaban mediante dos, a veces más, hileras paralelas de árboles y establecían los nuevos trazados de la ciudad futura. La realización de grandes parques en los territorios centrales de la ciudad también fue una estrategia urbana que restablecía el contacto del ciudadano con el medio natural. También las bodegas se encargaron de la creación de jardines privados, auténticos parques, algunos de ellos ahora de titularidad pública. Es por eso que nuestra ciudad ha destacado siempre por su arbolado abundante y vistoso.

Recientemente, la Delegación Municipal de Medio Ambiente, como continuación al libro Árboles singulares de Jerez, fantástico catálogo de 111 especies de árboles existentes en la ciudad, cuya descarga gratuita está disponible en la web jerezmasnatural.es, ha elaborado una guía didáctica llamada Ruta de las Especies, que consiste en  un programa de recorridos por tres zonas contiguas al recinto amurallado de la ciudad histórica, donde se produjeron las plantaciones más importantes de arbolado en espacios públicos: Cristina y Aladro en los Llanos de Santo Domingo y San Sebastián; Alameda Vieja y Arenal en los Llanos del Alcázar, y Alameda de las Angustias en los Llanos del Ejido.

La guía, que aparentemente está elaborada pensando principalmente en la mayor difusión posible, contiene una gran cantidad de información útil para el conocimiento del arbolado de la ciudad. Al final de la misma muestra una pequeña tabla comparativa entre el número de árboles, la superficie en hectáreas y el número de habitantes de Jerez y de otras ciudades de referencia: Barcelona, Cáceres, Córdoba, Valladolid y Málaga, en este caso. La propia tabla invita a calcular el número de árboles por hectárea y el número de árboles por habitantes, para tener una idea del nivel en el que se encuentra Jerez en comparación con las ciudades mencionadas. Si se realiza de paso la densidad de estas ciudades, es decir, el número de habitantes por hectárea y la densidad de habitantes por árbol, se completa la información y se pueden deducir algunas conclusiones.

La primera de ellas es que la densidad media de nuestra ciudad es de las más bajas mientras que el número de habitantes por árbol es semejante a las demás, salvo en las ciudades de litoral donde sube mucho este número, lo cual parece razonable por la cercanía del mar. Pero yendo más allá lo que se deduce de éstos datos, importa señalar que, por una parte, nuestra ciudad es susceptible de una mayor densificación, es decir, de aumentar el número de habitantes sin aumentar el suelo disponible para el hábitat. Este aumento de la densidad se produciría mediante el fomento de la rehabilitación del centro histórico, donde existe una gran cantidad de casas vacías. Otra opción sería a través de proyectos urbanos destinados a regenerar ciertas zonas en las que se permitiría un aumento considerable de las alturas edificatorias. En ambos casos, el coste de las infraestructuras sería prácticamente cero pues éstas ya existen, con lo que se aprovechan mejor los recursos existentes y se evita el consumo de nuevos suelos y sus consecuencias para la sostenibilidad económica y social.

El otro índice obtenido señala que habría que mejorar las plantaciones de arbolado para que la relación habitantes por árbol tienda a ser inferior a la unidad, o lo que es lo mismo, que seamos menos los homínidos que los árboles. Como todos sabemos, los árboles son una necesidad para la sostenibilidad, para la supervivencia, palabra más precisa, de nuestro planeta. Cada árbol que conservemos será una muestra de respeto por los que nos precedieron. Cada árbol que plantemos contribuirá a que la vida de los que nos sucedan sea posible en el futuro.




No te vayas por las ramas.

Ramareja, acrílico de Juan Ángel González de la Calle.

El refranero está lleno de referencias a los árboles. En el pasado los árboles eran importantes en la vida de las personas. Ahora no tanto, casi nadie se interesa por ellos. O mejor dicho, todos los valoramos mucho hasta que nos molesta alguno en particular, y entonces no hay ningún miramiento para acabar con él (o con ellos). Ejemplos hay a montones: los eucaliptos del cauce del río Guadalete o los del Parque González Hontoria o de la calle Pintor González Ágreda en San Joaquín; la falsa pimienta (pienso en una en concreto, pero se repite muchas veces la historia) que llena de basura la cubierta del edificio contiguo; o la yedra que sube por la pared del bloque desde el jardín de nuestro vecino de abajo. En esos casos, bye, bye, arbolitos, estáis muertos. También ha funcionado tradicionalmente no cortarlos pero sí mutilarlos cuando molestan por alguna razón. Basta cortarles las ramas de cierta manera y se consigue hacerlos inviables para su propio sostenimiento vital y estructural, lo que los conduce definitivamente al suelo. Y ya se sabe que Del árbol caído todos quieren hacer leña.

Algunos refranes son enseñanzas de la vida que valen o no según se quieran considerar: Dichosa la rama que al tronco sale, Árboles y hombres, por su fruto se conocen o Árboles y amores, mientras tengan raíces tendrán flores. Árbol que crece torcido jamás sus ramas endereza. Son todos metáforas sobre nuestro entorno íntimo y familiar.

Otros, sin embargo, enuncian experiencias que son muy aplicables a la vida colectiva y urbana: Adecuadas plantaciones, enriquecen las naciones; o Árbol copudo, da sombra, aunque no de fruto; Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Sombras, tan queridas en esta tierra, sobre todo ahora que despunta esa primavera por la que cada año apuestan los almendros. Pronto les seguirán los naranjos, jugándosela como cada mes de marzo. ¿Y si viniera ventoso?¿Y si marzo mayea?

A veces El árbol no deja ver el bosque, otras son las ramas las que no nos dejan ver el árbol.





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