111 SOMBRAS BELLAS
Las palmeras de la Alameda Cristina antes de echar a volar.
Jerez es una ciudad que en el pasado, principalmente por la
industria del vino y sus relaciones comerciales con las ciudades a las que los
exportaba, ha estado siempre atenta a las innovaciones, a lo que ocurría de
puertas para afuera, lo que la ha convertido en la ciudad tan especial que es.
A partir del siglo XVIII se inician en las principales ciudades europeas las
renovaciones de las tramas urbanas que dieron lugar a la creación de nuevas
avenidas, llamadas alamedas entonces. Las alamedas se organizaban mediante dos,
a veces más, hileras paralelas de árboles y establecían los nuevos trazados de
la ciudad futura. La realización de grandes parques en los territorios
centrales de la ciudad también fue una estrategia urbana que restablecía el
contacto del ciudadano con el medio natural. También las bodegas se encargaron
de la creación de jardines privados, auténticos parques, algunos de ellos ahora
de titularidad pública. Es por eso que nuestra ciudad ha destacado siempre por
su arbolado abundante y vistoso.
Recientemente, la Delegación Municipal de Medio Ambiente, como
continuación al libro Árboles singulares de Jerez, fantástico catálogo de 111
especies de árboles existentes en la ciudad, cuya descarga gratuita está
disponible en la web jerezmasnatural.es, ha elaborado una guía didáctica
llamada Ruta de las Especies, que consiste en
un programa de recorridos por tres zonas contiguas al recinto amurallado
de la ciudad histórica, donde se produjeron las plantaciones más importantes de
arbolado en espacios públicos: Cristina y Aladro en los Llanos de Santo Domingo
y San Sebastián; Alameda Vieja y Arenal en los Llanos del Alcázar, y Alameda de
las Angustias en los Llanos del Ejido.
La guía, que aparentemente está elaborada pensando principalmente
en la mayor difusión posible, contiene una gran cantidad de información útil
para el conocimiento del arbolado de la ciudad. Al final de la misma muestra
una pequeña tabla comparativa entre el número de árboles, la superficie en
hectáreas y el número de habitantes de Jerez y de otras ciudades de referencia:
Barcelona, Cáceres, Córdoba, Valladolid y Málaga, en este caso. La propia tabla
invita a calcular el número de árboles por hectárea y el número de árboles por
habitantes, para tener una idea del nivel en el que se encuentra Jerez en
comparación con las ciudades mencionadas. Si se realiza de paso la densidad de
estas ciudades, es decir, el número de habitantes por hectárea y la densidad de
habitantes por árbol, se completa la información y se pueden deducir algunas
conclusiones.
La primera de ellas es que la densidad media de nuestra ciudad
es de las más bajas mientras que el número de habitantes por árbol es semejante
a las demás, salvo en las ciudades de litoral donde sube mucho este número, lo
cual parece razonable por la cercanía del mar. Pero yendo más allá lo que se
deduce de éstos datos, importa señalar que, por una parte, nuestra ciudad es
susceptible de una mayor densificación, es decir, de aumentar el número de
habitantes sin aumentar el suelo disponible para el hábitat. Este aumento de la
densidad se produciría mediante el fomento de la rehabilitación del centro
histórico, donde existe una gran cantidad de casas vacías. Otra opción sería a
través de proyectos urbanos destinados a regenerar ciertas zonas en las que se
permitiría un aumento considerable de las alturas edificatorias. En ambos
casos, el coste de las infraestructuras sería prácticamente cero pues éstas ya
existen, con lo que se aprovechan mejor los recursos existentes y se evita el
consumo de nuevos suelos y sus consecuencias para la sostenibilidad económica y
social.
El otro índice obtenido señala que habría que mejorar las
plantaciones de arbolado para que la relación habitantes por árbol tienda a ser
inferior a la unidad, o lo que es lo mismo, que seamos menos los homínidos que
los árboles. Como todos sabemos, los árboles son una necesidad para la
sostenibilidad, para la supervivencia, palabra más precisa, de nuestro planeta.
Cada árbol que conservemos será una muestra de respeto por los que nos
precedieron. Cada árbol que plantemos contribuirá a que la vida de los que nos
sucedan sea posible en el futuro.
No te vayas por las ramas.
Ramareja, acrílico de Juan Ángel González de la Calle.
El refranero está lleno de
referencias a los árboles. En el pasado los árboles eran importantes en la vida
de las personas. Ahora no tanto, casi nadie se interesa por ellos. O mejor
dicho, todos los valoramos mucho hasta que nos molesta alguno en particular, y
entonces no hay ningún miramiento para acabar con él (o con ellos). Ejemplos
hay a montones: los eucaliptos del cauce del río Guadalete o los del Parque
González Hontoria o de la calle Pintor González Ágreda en San Joaquín; la falsa
pimienta (pienso en una en concreto, pero se repite muchas veces la historia)
que llena de basura la cubierta del edificio contiguo; o la yedra que sube por
la pared del bloque desde el jardín de nuestro vecino de abajo. En esos casos,
bye, bye, arbolitos, estáis muertos. También ha funcionado tradicionalmente no
cortarlos pero sí mutilarlos cuando molestan por alguna razón. Basta cortarles
las ramas de cierta manera y se consigue hacerlos inviables para su propio
sostenimiento vital y estructural, lo que los conduce definitivamente al suelo.
Y ya se sabe que Del árbol caído todos quieren hacer leña.
Algunos refranes son enseñanzas de
la vida que valen o no según se quieran considerar: Dichosa la rama que al
tronco sale, Árboles y hombres, por su fruto se conocen o Árboles
y amores, mientras tengan raíces tendrán flores. Árbol que crece torcido jamás
sus ramas endereza. Son todos metáforas sobre nuestro entorno íntimo y
familiar.
Otros, sin embargo, enuncian
experiencias que son muy aplicables a la vida colectiva y urbana: Adecuadas
plantaciones, enriquecen las naciones; o Árbol copudo, da sombra, aunque
no de fruto; Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Sombras, tan queridas en esta tierra, sobre todo ahora que despunta esa
primavera por la que cada año apuestan los almendros. Pronto les seguirán los
naranjos, jugándosela como cada mes de marzo. ¿Y si viniera ventoso?¿Y
si marzo mayea?
A veces El árbol no deja ver el
bosque, otras son las ramas las que no nos dejan ver el árbol.
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