CERCA DE ÁFRICA (2), VISITEZ LE MARROC.
Vista del Pabellón de Deportes desde el otro lado del río. Fotografía de Fernando Alda
Martil es un pueblo pequeño en la costa mediterránea
de Marruecos, cercano a Tetuán, que de tener durante el año no más de 30.000
habitantes llega a alojar durante los meses de verano a 300.000. Si las
ciudades del norte de Marruecos nos emocionan por lo que tienen de viaje a
nuestra infancia, ya que están impregnadas de la Andalucía de las primeras
décadas del S. XX, Martil añade la huella del turismo de los 60, con un desarrollo
urbanístico que allí se impone dos décadas después que en nuestro país y con las
especifidades de la cultura musulmana.
En este contexto empezó a trabajar hacia el final
del siglo XX la ONG Desarrollo
y Solidaridad, pequeña organización impulsada por un grupo de amigos animosos y
presidida por un incansable maestro de escuela que algún día alguien tendría que, por lo menos, beatificar. Con la financiación de una partida económica de
cooperación de la
Consejería de Turismo y Deporte proyectamos un edificio que tendría
que ser principalmente útil, duradero y con el menor mantenimiento posible. Su
imagen sería la de la arquitectura de su tiempo, sin pretensiones de incorporar
elementos historicistas o vernáculos. El entorno y en general todo Marruecos se
debate entre la tradición y la modernización introducida por la influencia
francesa. La presencia española también dejó algunas muestras de modernidad,
aunque casi siempre teñida por cierto aire “kitch”, imágenes que se
corresponden con lo que en España se conoció como la Arquitectura del
Regionalismo.
En
un lugar no cualificado; fuera del centro histórico, junto a la antigua desembocadura
del río Martil, hoy pendiente de una regeneración integral, al lado de un antiguo
depósito de agua potable en desuso, cerca de uno de los monumentos más
importantes del pueblo, la torre defensiva construida por portugueses hace más de tres
siglos, en el espacio que ocupaban unas antiguas viviendas derruidas contiguas
al campo de fútbol, se nos cedió un terreno para la construcción del espacio
polideportivo.
Nos
interesó más trabajar con los medios y las posibilidades de la industria local
de la construcción y con las formas, espacios, colores, materiales, la luz y el
clima del lugar donde realizamos la intervención. Se proyectó una sala construida
con muros de hormigón armado y cubierta ligera con cerchas metálicas y panel
sándwich de chapa de aluminio prelacada. Se abrieron huecos en dirección este/oeste para la
ventilación permanente de la sala. El cuerpo principal del edificio se alineó
con la calle de acceso y con la fachada hacia el río. El acceso principal se
produce a través de un espacio al aire libre, un plano inclinado que conduce a
una terraza que se desarrolla a lo largo de la fachada este del edificio. Esta
terraza será una tribuna hacia el campo de fútbol y hacia el mar. Desde ella se
accede al graderío proyectado para la sala cubierta. También tendrá un pequeño café, aprovechando un quiebro de la medianera norte.
En el plano inclinado del acceso se abre una
embocadura que conduce al interior de la instalación. Tras la puerta se accede
a una sala hipóstila, que se desarrolla bajo la terraza descrita y que
contendrá el control del edificio, los vestuarios y los aseos. Junto a la
medianera norte, el plano inclinado se quiebra para permitir un acceso directo
hacia el campo de fútbol bajo la terraza. En este espacio se ubica una escalera
que permite subir directamente a la terraza. Desde la pieza de vestuarios se
accede también al campo de fútbol de modo que en el futuro, los vestuarios serían
compartidos, optimizando la instalación. Los aseos y vestuarios, un almacén y la
enfermería se ubican en recintos construidos con fábrica de ladrillo revestida
con azulejos de colores. Esta sala se iluminará naturalmente con pequeñas
linternas abiertas en el techo de hormigón y a través de la celosía cerámica
proyectada hacia el campo de fútbol.
Entre los años 2004 y 2008 se llevó a cabo la
ejecución. Nos ayudó el joven y pundonoroso arquitecto tetuaní Lioua Eddine,
quien con su honradez, modestia y simpatía se convirtió en amigo entrañable. Las
obras fueron ejecutadas por el maestro Boulal, albañil anciano y sabio, que con su pericia nos enseñó el valor de muchos oficios que en nuestro país están
desapareciendo. Pasados todos estos años, el pabellón se usa a diario por decenas de jóvenes deportistas.
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